lunes, 14 de diciembre de 2009


La tristeza me pone cachonda. Su tristeza me ponía cachonda. Era el ser más completamente desesperanzado de la tierra. Tanto que no parecía humano, ni animal. Los humanos, pienso en los marmóreos adonis y afroditas renacentistas, en el hedonismo, el arte y la irresponsable decadencia del orgiástico imperio romano, deberían poseer un mecanismo de protección, algo así como el subconsciente, para procesar las decepciones y la frustración. Para de alguna forma digerirlas y excretar las sobras. Los animales no tienen tiempo para las decepciones y las frustración, están demasiado ocupados en las cosas importantes de la vida, como sobrevivir y perpetuar la especie. Pero él no era capaz de ignorarlas ni procesarlas, tal como una especie marginal, como un reino distinto más salvaje que el animal, más extraterrenal que el de los humanos, más silencioso que el de las plantas, más carroñero que el de los hongos. El sexo con lágrimas es una sensación extremadamente intensa e indescriptible, imposible de codificar incluso para las pluma más avanzadas. Un esfuerzo que no merece la pena para mí si puedo limitarme a saborear lo único que me queda de él: neblinosas evocaciones. Su malhumor, su miedo, su frustración, su dolor contagioso me ponían cachonda.

1 comentario:

  1. ¿Cómo se puede ser tan perversa?
    "CACHONDEARTE" de la trizteza de alguien...

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