domingo, 8 de noviembre de 2009

La quinta altura.


La quinta altura es una infernal balda almacén a la que van a parar todos los bultos que no caben en las estanterías más accesibles al público. Es la cabeza de la estantería, con sus productos aún en cajas como pensamientos embalados.

La cosa funciona de la siguiente manera, es simple, Vas con tu caja ¿cabe abajo? Sí,pues lo pones bien presentadito a disposición del consumidor. ¿Que no cabe abajo? Pues a la quinta altura; ¿que no cabe en la quinta altura? Al almacén apestoso.

Algunas veces las cajas pesan poquito y da gusto ponerlas en la quinta altura, porque se siente una especie de deleite infantil al superar un obstáculo fácil. Cuando pesan un poco más y casi explota la vena de la frente del esfuerzo que hay que hacer, se siente un placer más adolescente y que pende del ego como un hilillo de baba. Y cuando una de cualquier modo no puede con la caja el placer se disuelve en la frustración que sienten los adultos cuando se dan cuenta de que no, de que no se puede. Y es que, cuando quieres colocar una caja con varias botellas de suavizante y los bíceps titilan y te pega un pinchazo en la nuca y ¡coño! que casi te caes para atrás y te desnucas... Ese pensamiento tan pesado no quiere entrar a la cabeza de las estanterías. No has hecho tu trabajo. Te decepcionas a ti mismo.

"La quinta altura" quizás porque lleva un número ordinal y un concepto que podría trasponerse a entidades no tangibles (al más puro estilo de "El séptimo sello", "El cuarto caballero" "El tercer hijo", "La primera dama" y cosas así), parece el nombre de un best-seller de venta en Opencor. Pero no seamos ridículos, es una estantería.
Ojalá fuese una quinta dimensión en que se materializasen las ideas, pero no, es una estantería.
Ojalá fuese un depósito al que arrojar la basura de nuestras deshonras, pero no, es una estantería.
Una vez más un nombre hermoso es un continente vacío.
Y sin embargo hay un nombre terrible pero que...

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