viernes, 2 de abril de 2010

Vio una larga antorcha blanca...


... consumiéndose, extendiendo su cabellera naranja

y cana, despidiendo una columna de humo maloliente

que se retorcía creando caprichosas formas.

Aspiró el intoxicante aroma

que todo humano emana,

el sudor de las manos,

las lágrimas de los ojos entornados,

flácidos y vidriosos, hacia el vidrio de la ventana.

Se arrojó al vacío, quedó suspendida.

Se mezcló con los perfumes de un mundo vasto y suicida,

que se mostraba tan indiferente a su presencia

como lo era ella misma de estar existiendo.

No era consciente de ser tangible y finita,

de ser solo materia,

de no tener un alma más amplia que la propia esencia

de una vida despreciada y probablemente despreciable.

No conocía más precisión que la del presente,

de acantilados y valles artifiales creados por el hombre.

No conocía con precisión más que el presente,

no guarda recuerdos ni esperanzas como las del hombre.

La mosca se posó cerca de una gota de llanto incipiente,

gestada con furia, apenas nacida.

Trató de beber de ella y fue espantada.

Huyó despavorida,

y naufragó en la corriente

que unos dedos largos como anguilas

cartografió al romper el aire.

Y el animal gimiente,

cortando la cabeza de la antorcha,

esparciendo sus cenizas en un abrevadero,

se sintió un punto envidiosa de la naturaleza de la mosca

y más tarde orgullosa de su naturaleza humana.

2 comentarios:

  1. A pesar de leer tus cosas, no habia sido nunca sseguidor de tu blog. Tienes un nuevo seguir estherilla y no es de Rabones

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