jueves, 11 de noviembre de 2010

Pruebas.

La vuelvo a ver hermosa. Hacía tiempo que no me pasaba. A la vida quiero decir. Pero en unos minutos volveré al asfixiante torbellino de la ciudad y el tráfico no parará de golpearme, y lo olvidaré todo. Tendré la cabeza tan abollada que no creeré en la belleza por mucho que alguien me jure que existe, que la ha visto.
Me doy la vuelta y hago una fotografía justo antes de que se esconda el sol. 
El camino de retorno significa un caótico torrente de tinieblas cada vez más denso que me va borrando la memoria. "¿Qué era aquello que me sucedió el otro día para que todo pareciese tibio y claro en lugar de abigarrado y trágico?", me diré y si la casualidad se pone de mi parte, es posible que encuentre como por arte de magia aquella fotografía y pueda decir: "¡La belleza! ¡Eso era la belleza! Yo la vi. ¡Y tengo pruebas de que existe!